domingo, 30 de mayo de 2010

EL ARMA DEL BICENTENARIO

Fueron doscientos años de historia, donde atravesamos traiciones, guerras, pactos, avances y dictaduras. Modelos de un país que incluía a muy pocos y el concepto de la palabra pueblo se limitaba a sectores privilegiados. Dejando del lado la impronta de Belgrano, Moreno y Catelli, también la de Artiga con el propósito de una Patria Grande, y junto al sueño americano de San Martín y Bolívar.
En estos doscientos años, de idas y vueltas, de un pueblo devastado, de in- dependencia nos queda como arma la memoria. Es ella quien nos ayuda a dar batalla para seguir avanzando, para cumplir el sueño de una patria libre, o mejor dicho una América Grande. La memoria es la que viene a bombardear o darnos cachetazos cuando nos enceguecen las mentiras diarias que trantan de imponernos. Nos hace recordar a las luchas obreras que hoy siguen reclamando mas dignidad (se avanzo pero queda mucho por hacer), el reconocimiento de las tierras a los pueblos originarios que fueron quienes sufrieron el mayor saqueo y genocidio en esta historia, las mujeres y hombres que luchan por la igualdad de decidir ellos que hacer de su vida, los pobres que piden oportunidad y dignidad, los 30000 que mostraron que aquella impronta que se trato de borrar hace doscientos años, debe seguir siendo bandera, el Che que nos dejó como legado el ejemplo que un hombre y una mujer nueva es posible, y que el amor al pueblo es vital para transformar. Así muchos más que construyeron y quedaron en la memoria, pero no como un recuerdo sino como un arma de lucha.

Nos quieren triste para que nos sintamos vencidos decía Jauretche, lo cierto que entre tropiezos y derrotas la semana de mayo mostró festejos y entre ellos la presencia del pueblo en las calles. Por cinco días la palabra inseguridad y miedo quedaron opacados antes multitudes que celebraban. ¿Cómo se pueda apagar esa alegría, acaso es demostración que hay esperanzas?
Pero no solo es eso, la misma memoria también trae reivindicaciones que tratan de callar. Los pueblos originarios que se acercaron a la plaza de Mayo a manifestarse reclamando sus tierras, ser reconocidos como sujetos de derecho y sobre todo que no son un paisaje del interior sino dueños ancestrales de nuestra Pacha, y por ello merecen respeto.

La tierra no cumple doscientos años, el proyecto de país si. Pero si algo vimos es que quedaron muchos actores fuera de el. Hoy, y ante los sucesos, ante la alegría, la esperanza, la lucha es en este momento, comenzar andar por una verdadera Revolución y una verdadera Independencia. Una que nos haga soberana, que no sea para cambiar de dependencias económicas, una latinoamericanistas, con los “indios”, los mulatos, los criollos, los estudiantes, los obreros, intelectuales, artistas, los movimientos barriales y todos porque como bien nos enseño el Che, al fin reconocido como prócer en nuestro país, si usted es capaz de sentir una injusticia entonces somos compañeros.